lunes, 31 de diciembre de 2007

Montanbai

Iba subiendo la cuesta del Gorrindo con el hipopótamo cuando vi a esos dos hijoputas. Estaban sentados en el bordillo de su casa jalándose un polo de limón de los que traen a las piscinas. Yo iba echando el alma porque venía desde Malón. Eran las cuatro de la tarde e iba flipado porque, por esos días, echaban el tour y yo me crecía y salía a competir a las mismas horas que los ciclistas.
Lo que no me gustó fue que se rieran de mi hipopótamo. Era una Torrot que había pertenecido a mi primo. Mi hermano la había pintado de rojo y le había puesto un sillín nuevo que compró en Tarazona. Después llegué yo y le clavé unas pinzas de changurro a modo de cuernos en el guardabarros de la rueda de adelante. Quedaba de cojón. Pero a ellos no les gustó.
Por eso hubo palos a la semana siguiente cuando se enteraron de que habíamos sido el Juanjito y yo los que les pinchamos las ruedas de sus montanbai.

1 comentarios:

Javier dijo...

gran entrada, sí señor.